EL NUEVO CAMINO NACIONALISTA
La idea nacional en consecuencia se
ha evaporado continuamente, y desde el poder político o la sociedad, no se ha
logrado forjar una comunidad cohesionada por un pasado y un futuro compartidos.
Existen condiciones que, precisamente, van en contra de esa dirección. El
etnocentrismo y la persistencia de la colonialidad son factores disgregadores
de lo nacional. La profunda desigualdad económica, por otro lado, ha revertido
les efectos de las olas democratizadoras sumiendo a los espacios rurales y
urbano marginales en una pobreza brutal. Además, el fracasado proceso de
descentralización ha empeorado la fractura territorial y mantenido, con pocos
atenuantes, el centralismo limeño.
En el 2011, un candidato
autodenominado nacionalista, ganó las elecciones. Su programa de gobierno propuso una “gran
transformación” que, sin embargo, mantuvo en piloto automático el manejo
económico e impulsó la llamada “inclusión social” como paliativo a la creciente
desigualdad del modelo neoliberal. Inclusión significó para el humalismo nuevos
programas asistencialistas y no la dignidad y reivindicación de grandes
sectores de la población, oprimidas históricamente por la coalición dominante
de turno. En la actualidad su versión panfletaria, el antaurismo, enarbola una
ideología reaccionaria que inventa culturas estáticas ancladas en el pasado prehispánico, mientras en lo económico propone un estatismo demagógico y en lo
cultural la xenofobia más simplista.
El nacionalismo radical se opone al falso nacionalismo, sea en su versión asistencialista o en la ultra xenofóbica. El primero emancipa, libera, pues sólo se puede formar una nación a partir de ciudadanos que se reconocen ajenos a la opresión y la miseria, primer requisito para valorar una historia y futuro comunes. El segundo, en mayor o menor medida, polariza de manera discursiva pero mantiene la misma lógica de negociación con el poder e inalterable la coalición dominante, buscando incluirse en ésta de manera oportunista. La demagogia xenofóbica del falso nacionalismo es la cortina que utiliza para mantener los mismos mecanismos de dominación política y la concentración elitista de la riqueza.
En consecuencia, la economía es
el campo donde el nuevo nacionalismo debe actuar; es la primera etapa donde se
inicia la consolidación del proyecto nacional. Si el primer movimiento
nacionalista fracasó fue porque la economía naufragó en el estatismo. Casi la
mitad de las empresas terminaron en manos de un Estado ineficiente y no en las
de los ciudadanos, cuando además la identificación del Estado con la sociedad
era incipiente a pesar de los intentos por crear una identidad nacional desde
el gobierno. La estatización compulsiva generó nuevamente un cisma en el
proyecto nacional, pues gran parte de la producción y riqueza estaba en manos
del Estado y el resto en una renovada cúpula empresarial. De esta manera se
reorganizó el poder en el país; por un
lado, la nación oficial insertada en la modernización capitalista y con
representación política, y por otro, amplios sectores excluidos de los
beneficios del capital y reconocimiento social, mayoritariamente andinos y
amazónicos.
El desafío ahora, luego de
décadas de confrontaciones entre las mafias políticas que se arrebatan el
Estado, es devolver la economía, expropiada por los grupos de poder o por un
Estado infestado de corrupción, a la gente. O, dicho de otra manera, que el
control de la economía y de la riqueza esté en manos de la comunidad nacional
en formación, contribuyendo de esa manera a eliminar las profundas
desigualdades que el país padece y que resienten cualquier posibilidad de
integración entre los peruanos. La informalidad en todas las actividades económicas
es la más clara expresión de la fractura nacional, que obliga a cerca del 80%
de la población a trabajar al margen de las normas, con acceso costoso al
capital y al mercado mientras están a merced de la acción violenta y
expoliadora del Estado. El discurso emprendedor ha romantizado un drama y
ocultado el verdadero rostro de nuestra fragmentación.
La nacionalización de la economía
a través del agro y la minería tendrá como consecuencia la integración de los
agentes económicos en todo el territorio. El fortalecimiento de la agricultura
familiar y la minería artesanal impulsarán otras actividades económicas, así
como el intercambio comercial con un impacto favorable en el consumo interno. Más
allá del desarrollo económico que traería el nuevo proceso de nacionalización
económica, lo más importante será el efecto en la cohesión comunitaria. Una prosperidad compartida fortalecerá el sentido de pertenencia a la
nación y la revalorización cultural. De la misma manera, fortalecida la comunidad, reconstruido un Estado representativo y una democracia plena, la
defensa contra los enemigos de la nación peruana, dentro o fuera de nuestras
fronteras, será finalmente eficaz.
Miguel Cortavitarte
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