12 PUNTOS DE PARTIDA PARA DISCUTIR LA UNIDAD DE LA IZQUIERDA

Miguel Cortavitarte


  1. El periodo que rige el país, desde culminado el régimen dictatorial de Fujimori hasta la actualidad, está configurado por la combinación de crecimiento económico,  deslegitimación del  Estado y concurrencia de conflictos redistributivos y de reconocimiento en ascenso.  Sin embargo la deslegitimación estatal no debe ser confundida con la quiebra del discurso neoliberal.
  2. El crecimiento económico, que ha sido durante los últimos años a la vez discurso que legitima el programa neoliberal, produce un doble efecto en el movimiento social: lo atemoriza de cualquier cambio radical en las relaciones de producción y lo alienta a demandar políticas redistributivas a través de acciones de presión y violencia. 
  3. El Estado, percibido como aparato hostil del cual es preciso sustraer beneficios por la fuerza,  deslegitimado jurídica y políticamente, mantiene un alto nivel de coacción sobre las movilizaciones populares, que cuestionan constantemente los efectos de los políticas económicas pero no desarrollan aún la conciencia ni la organización para desbaratar la coalición dominante que las sustentan. 
  4. La expansión capitalista en el país ha iniciado débil pero sostenidamente la proletarización del sector informal, acompañando la concentración de tierras  y la preponderancia de las industrias extractivas con el fortalecimiento del sector servicios y un crecimiento del consumo interno. La debilidad rural y el urbanismo modernizante polariza a la sociedad peruana en los espacios regionales.
  5. Los sectores modernizantes del país se enfrentan en la coyuntura actual a los “excluidos”, quienes aspiran a beneficiarse de la riqueza capitalista que se genera con el crecimiento económico. Este antagonismo se reflejó en las dos últimas elecciones en la irrupción de una embrionaria representación política, canalizada por el nacionalismo y el liderazgo carismático de Ollanta Humala.
  6. A pesar de la enajenación ideológica de la década de los noventa y de la pulverización de las organizaciones sociales, reaparecen, especialmente en al ámbito regional, sujetos políticos radicalizados que buscan representar a los trabajadores asalariados pauperizados, clases medias precarias y al campesinado asediado por la reconcentración de tierras y las industrias extractivas.
  7. El movimiento social se expresa en dos vertientes: la primera, articulada en base a las reivindicaciones economicistas y aún no suficientemente confrontacional al modelo neoliberal; la segunda, ligada a un sector avanzado que forjó en las últimas elecciones una alternativa política que inicialmente encarnaba un reformismo con contenido antineoliberal, al que se sumaron restos de la izquierda unificada en la década de los ochenta. La composición de clase, la aparición de reivindicaciones étnicas antes  silenciadas y la fractura Estado-región, indican que la tendencia de este movimiento en el futuro puede dirigirse a cuestionar el poder hegemónico.
  8. Nos encontramos en un momento de reorganización popular de carácter reivindicativo, con un ascenso de conflictividad que aún no se expresa en el fortalecimiento de una opción claramente antineoliberal, debido al crecimiento económico y a la débil conciencia de los potenciales actores revolucionarios.
  9. Las líneas programáticas que pueden fortalecer un movimiento social abiertamente contestario podrían girar alrededor de cambios de fondo en la estructura del poder (Campaña por la nueva Constitución); la construcción de la unidad de la izquierda y referentes progresistas en base a la defensa de un programa mínimo (Profundizando el programa de la Gran Transformación); y la articulación de las reivindicaciones populares  a través de nuevos instrumentos organizativos de masas (Frentes Macro Regionales).
  10. La unidad de la izquierda es socavada constantemente por la cultura del neoliberalismo, que ha profundizado su atomización orgánica y el caudillismo de sus dirigentes. El neoliberalismo ha reforzado el individualismo en dirigentes y militantes de las estructuras partidarias, diluyendo liderazgos y debilitando los proyectos colectivos.
  11. Una alternativa para revertir la crisis orgánica es apostar por la construcción de una única fuerza política con representación legal que exprese en su interior las distintas tendencias ideológicas y culturales del movimiento popular. Defender el derecho a la diferencia y a la discrepancia en el interior de esta organización política, puede paradójicamente reforzar la integración, si se respetan agrupaciones y corrientes políticas internas.  Un partido formalmente unitario conformado por un frente político realmente existente.
  12. Las articulaciones alrededor de frentes políticos sin una construcción orgánica unitaria (frentes amplios o alianzas electorales) tienen una alta probabilidad de fracaso, pues refuerzan las conductas centrífugas del individualismo persistente en las dirigencias políticas de la izquierda peruana.  No obstante, la flexibilidad táctica para enlazar distintos espacios de aglutinamiento político y social; la utilización de los espacios electorales en el marco de una estrategia de poder mayor y la construcción de nuevos liderazgos podrían revertir esa tendencia.

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